Observé en el cielo
unas palabras danzando.
Parecían las letras de una conocida
poesía
que se fue armando mientras un lápiz
dibujaba
En un cuaderno un pentagrama.
Que graciosamente también en el cielo se movía.
Las palabras jugaban para no
desafinar, acomodándose
con las fusas, las corcheas y las
semifusas,
que de un libro parecían que se caían.
¡La poesía tiene música!... ¡Y la
música tiene poesía!
Pensé mientras mis ojos embelesados,
y mi corazón cautivo, disfrutaban tan
hermosa plenitud.
Las personas bailaban; pero no
entendían,
solamente se entretenían. Sin
comprender la música,
sin observar la poesía.
¡Son autómatas!...Me dijo un mimo que
las conducía.
Sólo llenan sus vacíos.
Tienen el interior deshabitado.
Sobreviven.
No rememoran el amor de un cuento.
Ni el romanticismo de la música ni la
pasión de la poesía
Permanecen…duran…
No tienen vehemencia en el corazón.
¿No tienen amor?-Le pregunté-
Pero no me contestó.
De pronto un arpa hizo sonar sus
arpegios,
y entre tanta consonancia, la voz de
un ángel decía;
¡Vamos música!... ¡Vamos poesía!...
¡Vamos inspiración divina!...
Y en un acuerdo cadencioso y
acompasado
se fueron yendo hacia arriba.
Me desperté… ¡estaba soñando!
En la plaza me había quedado dormida.
María Marta Spindler
Esta poesía obtuvo tercer premio en el
concurso “Fue en la Plaza”.
Otorgado por el Club de Leones Buenos
Aires Liniers
y la Junta de Estudios Históricos de
Liniers. ( 23-08-2014.)
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